Igor Yebra comenzó su colaboración con el Ballet de la Ópera de Burdeos con la interpretación de este clásico creado por Serge Lifar
Teatros de los cinco continentes han sido el escenario de la dilatada carrera de casi tres décadas de Igor Yebra. Sin embargo, si hay un lugar que ha podido considerar su casa ha sido el Gran Teatro de Burdeos, en cuya compañía de ballet se integró en 2002 y donde ostentó la categoría de ‘étoile’ durante una década, hasta su ‘adieux’ en 2016. Hoy queríamos recuperar el debut de Igor Yebra con el Ballet de la Ópera de Burdeos, en «Ícaro» (1935), con coreografía de Serge Lifar.
«Lo primero que me ofreció Charles Jude fue bailar una cosa muy simbólica para los franceses, ‘Ícaro’, que es un ballet de Serge Lifar que sólo está en el repertorio de las Ópera de París y de Burdeos. Imaginaos cuán difícil de bailar es ese ballet; es más, en Burdeos sólo lo había bailado el propio Charles Jude. Como soy las cosas históricas, no hay cosa más fácil para convencerme que ponerme un caramelo de ésos y, claro, dije que sí», explica Igor Yebra.
Un poco de historia sobre ‘Ícaro’. Estrenada en la Ópera de París, el 9 de julio de 1935, «Ícaro» es una coreografía de un acto, creada por el ex miembro de los Ballets Russes, Serge Lifar (1905-1986), sobre la leyenda mitológica griega homónima. «En mi ‘Manifeste du Choréographe’ he dicho que el ballet puede existir sin música. Jamás afirmaré que deba, pero, en efecto, en ‘Ícaro’ he prescindido de ella, porque la orquesta de percusión que acompaña a este ballet no da música, sino un ritmo en estado puro. La música que hacía vibrar a todo mi ser, que me inspiraba ideas y sentimientos de danza, me obligaba a truncar movimientos en pleno desarrollo o, al contrario, a prolongar una idea que ya estaba plenamente expresada desde el punto de vista de la danza. Nuestras dos músicas no concordaban. Concedo una neta preferencia al ballet musical, pero ello no me ha impedido prescindir a propósito de la música en ‘Ícaro’. He querido, en suma, poner de relieve todas las posibilidades melódicas internas de la danza», en palabras del propio Lifar sobre los ritmos orquestados por J. E. Szyfer. Los vestuarios y decorados de su estreno fueron realizados por Paul R. Larthe, aunque en la reposición de 1962, la escenografía fue firmada por Pablo Picasso. El mismísimo Serge Lifar bailó este rol protagonista durante veinte años y se convirtió en una seña de identidad de él. Lifar cedió el testigo a Attilio Labis en la reposición de 1962 y, posteriormente, fue un papel interpretado por Charles Jude, director del Ballet de la Ópera de Burdeos (1996-2016). Fueron Attilio Labis y Charles Jude quienes enseñaron este rol a Igor Yebra, después de haberlo aprendido directamente de su creador, Serge Lifar.